miércoles, 21 de diciembre de 2011

Un microrrelato seleccionado en MundoPalabras

Esta tarde he recibido la notificación de que se podía acceder a la lista de seleccionados del "Primer Certamen Internacional MundoPalabras de Microrrelatos":




Me ha alegrado ver que ahí está el que envié, acompañado además por el de un compañero de aficiones literarias.

Este es el mío, que comparto aquí con vosotros:

 

COME Y CALLA


Bien sabía Amelia lo que costaba conseguir alimentos ahora.
—¿Mamá, volverá Blaky? Hace días que se fue —preguntó David.
—No lo sé, David. No te preocupes, pronto tendrás otro perrito.
La gente había escapado del desastre y se había refugiado en las montañas.
—¿Sabes, mamá? Esta mañana he visto cerrada la cabaña del señor José.
—Me parece que ha ido a reunirse con su familia.
—¿Pero no estaban muertos?
—Pues a lo mejor no. Venga, David, come y calla.
Amelia sonreía satisfecha de ver comer a su hijo.
Al menos por un tiempo no pasarían hambre.


Selin

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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Protegidos en el desfiladero

La consigna para este mes es publicar un relato a partir de un fragmento de un libro. Por mi parte he escogido uno sacado del libro que he reseñado hace unos días (adjunto el enlace en el título):


El monstruo en mí, de José Ignacio Becerril Polo.


Por cierto, éste se presenta dentro del género de terror, aunque luego entra en la ciencia-ficción y ese es el poso final que me ha dejado. Una historia que te invito a leer a continuación, donde planteo el escenario de un posible futuro cercano, o lejano, que eso está por ver.
   
Al principio había escogido varias frases, pero gracias al comentario de Maga de Lioncourt he podido comprobar que no me había atenido a las normas de la propuesta. He modificado el texto, manteniendo el mismo enlace que ya había publicado antes.
    
El texto, que aparece en la página 25, es el siguiente:
    
"Los humanos somos así de inconformistas. Estrellas errantes que no pueden estar quietas ni en el Paraíso"


Y a continuación podéis leer la historia que me ha sugerido:



Protegidos en el desfiladero

David se encaramó, atravesando unos pasos angostos y encerrados entre paredes de piedra casi verticales, hasta lo alto del farallón que coronaba el desfiladero y se apostó en un hueco entre rocas que le mantendría a salvo del cielo, aunque mientras siguiese la oscuridad habría poco peligro.
Esperaba a su padre, que había marchado de exploración la noche anterior hacia los fuegos que se vislumbraban más allá del horizonte y que debían corresponder por su intensidad a una ciudad. Si tenía suerte, podrían reponer algo de lo que escaseaba o se había agotado.
Faltaba poco para amanecer, el horizonte comenzaba a teñirse de color anunciando otro día de fuego y muerte. Hacía rato que no se percibía movimiento alguno, los animales ya habrían vuelto a sus madrigueras y los pájaros estarían en algún escondite. Reinaba una falsa calma, preludio del infierno que se desataría otra vez, como cada mañana.
Pensó que ya no había tiempo, ahora no podría volver, aunque confiaba en que mañana regresaría. Sabía que él no se rendiría, nunca lo había hecho, pero ahora tendría que protegerse, allí donde estuviese.
Bajó de nuevo por el mismo camino hasta la base. Vio a su madre y se acercó hasta ella. Ante el gesto vacío de su hijo, Virginia no pudo reprimir un fruncimiento de labios, aunque sí contuvo el suspiro que pugnaba por salir. Estaban atravesando tiempos difíciles y no podía apartar algunos pensamientos negativos que la acompañaban.


Recordó como había empezado. Hacía tan poco y en cambio parecía tan lejano que es como si llevasen allí toda la vida.
Fue casi de improviso. El Sol comenzó a alterarse, con una serie de tormentas geomagnéticas cada vez más intensas. Entonces las autoridades intentaron tranquilizar a la población diciendo que eso formaba parte del ciclo de once años de actividad solar, que era algo normal y que no había un peligro real del que preocuparse. Incluso mostraban estadísticas o se referían a otras ocasiones, lejanas en el tiempo, que habían sido peores.
Pero no fue así. Se produjo una violenta erupción solar que llegó hasta la Tierra unos ocho minutos más tarde, interrumpiendo las comunicaciones de medio planeta. Tanto ellos como más gente, que también estaban sobre aviso, utilizaron las gafas de contemplar eclipses solares, que ya tenían preparadas. Sobre la superficie del Sol se veía una gran mancha, bastante mayor que las que se habían podido ver últimamente.
No esperaron nada más y se pusieron en marcha. Buscaron lugares seguros, fuera de las ciudades, donde podría reinar el caos en cuestión de horas. Si finalmente no pasaba nada grave, habría sido una excursión. Si ocurría lo peor...
Salieron rápidamente para llegar cuanto antes al lugar que tenían pensado. La carretera acababa en una zona de picnic, poco antes de entrar en una zona natural protegida. Allí dejaron el vehículo y siguieron a pie el resto del recorrido. Media hora más tarde y algo exhaustos por la carga de las mochilas y alguna bolsa que llevaban, llegaron a destino.
Habían intentado ir por sombra, pero había tramos descubiertos y ya habían sentido alguna quemazón al exponerse a la luz solar, que parecía intensificarse a cada momento. La temperatura apenas había variado, no era calor lo que se percibía, sino que debía ser un brutal incremento de los rayos ultravioleta lo que producía las quemaduras.
Al menos ellos habían conseguido salvarse al encontrar refugio bajo los salientes que formaban las paredes de roca del desfiladero. Estaban algo aturdidos, la situación les había sobrepasado y todavía no sabían lo que tendrían que hacer a continuación.
Mientras esperaban y sin poder utilizar los móviles, ya que estaban fuera de cobertura en aquel rincón apartado de todo, oyeron unos gritos lejanos. Apenas hacía dos horas que habían llegado y esa era la demostración de que finalmente había ocurrido el desastre, que unos infelices habían sufrido directamente sobre ellos al haberse entretenido más de la cuenta.
A partir de ese momento solo salían al exterior de noche, siempre mirando por si se veía alguna señal extraña, aparte de las auroras boreales que se habían enseñoreado del cielo nocturno y lo llenaban de cortinas en movimiento.
Algunos de los espacios que encontraron al fondo del desfiladero eran lo bastante grandes para permitir hacer vida allí debajo sin demasiadas apreturas. Lo que les venía muy bien, pues tenían que permanecer todo el día escondidos de los rayos mortales del Sol.
En otras circunstancias, aquel lugar hubiese resultado muy agradable. Un río corría por el centro y en los márgenes se mantenía la suficiente humedad, protegida por las paredes de roca, para mantener una abundante vegetación.
Cuando llegaron casi todo eran plantas silvestres, algunas de hoja carnosa, que ahora iban sustituyendo poco a poco por otras que les proporcionasen un mejor alimento y más variado.
Al principio les extraño que la vegetación pareciese inmune al Sol, incluso que creciese mejor que antes. Hasta que cayeron en que aquella frecuencia de luz proporcionaba mucha mayor cantidad de energía para la fotosíntesis.
Era como si hubiesen regresado a la Edad de Piedra. No del todo, al menos conservaban parte de lo que habían traído, lo que no se había gastado. Claro que echaban en falta muchas comodidades, pero contra eso poco podían hacer.


Virginia volvió de sus pensamientos y observó como David recogía unas cuantas acelgas silvestres junto con unas cuantas raíces de algo parecido a zanahorias, pero de mucho menor tamaño. Le reconfortaba ver que se había adaptado con facilidad y que mostraba buenas habilidades para sobrevivir en aquellas nuevas circunstancias. Como ahora, que podrían preparar un remedo de caldo. También vio como hacía un rápido gesto hacia un agujero entre piedras. Un revoloteo de plumas, que se extinguió casi al momento, le hizo pensar en que habría algo más de sustancia en la comida.
Cuando lo tuvieron todo preparado entre ambos, sacó la cocina solar al exterior para que aprovechar aquellos rayos de sol, dañinos si te exponías, pero que calentaban con rapidez los alimentos y los dejaban en su punto en poco rato.
El burbujeo le fue cambiando el humor y alejó las tinieblas de su mente, aunque aún persistía una cierta preocupación al pensar en Andrés, que todavía no había vuelto. Hubiese querido que se quedase todo el tiempo a su lado, pero sabía que no podía retenerlo allí, conformándose con lo poco que habían podido salvar y consumiéndose lentamente sin poder hacer nada por evitarlo.
No,cuando ella intentó convencerle de que no se arriesgase, que allí ya estaban bien y era un buen sitio, le había dicho que aquel podía ser el mejor sitio del mundo, pero que no podían aspirar únicamente a sobrevivir de cualquier manera. No solo por ellos, sino por David y quienes viniesen después.


En su corazón sintió que vendrían tiempos mejores, tan solo deseaba que estuviesen juntos.

Selin

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sábado, 19 de noviembre de 2011

Reseña: "El monstruo en mí", de José Ignacio Becerril Polo

Una nueva reseña que me apetece compartir con vosotros, se trata de un libro recién editado, del cual me ha llegado un ejemplar promocional gracias a la iniciativa de su autor, compañero en las aficiones literarias.


TÍTULO: El monstruo en mí
AUTOR: José Ignacio Becerril Polo
EDITORIAL: Saco de Huesos Ediciones http://www.sacodehuesos.com
ISBN: 978-84-939421-7-5
Primera edición, septiembre 2011, 206 páginas


SINOPSIS (de la contraportada del mismo libro): 

Dentro de nosotros hay un monstruo que se oculta, que acecha, que teje retorcidas elucubraciones para justificar sus más bajos instintos. Que cuenta cuentos macabros y se ríe como una vieja. José Ignacio Becerril Polo quiere mostrarte el monstruo que hay en él. Sin subterfugios. Sin disfraces. En toda su crudeza. ¿Te atreverás a mirarle sin apartar la vista?


RESEÑA:

“El monstruo en mí” se compone de tres novelas cortas y seis relatos. Una buena variedad con ese denominador común que muestra el título: el monstruo interior. Ese que tenemos tan cercano a cada uno de nosotros, aunque queramos ocultarlo o intentemos perderlo en un oscuro rincón olvidado.
La primera impresión que tuve al recibir el libro fue bastante positiva. Se veía una edición cuidada, tratada con profesionalidad; superior a la autoedición que vemos a menudo, incluso a la edición que producen algunos premios literarios como resultado. Es un libro que se podrá releer varias veces, sin limitarse a ocupar un hueco en la estantería.
Luego llegó el turno de la lectura. Pausada. Cada historia muestra una faceta oscura y merece leerse por separado. Una por una. Seguro que notaremos que alguna es más propia que otra, pues hay temas que pueden ser duros para alguna persona y se sentirá obligada a alejarse, a tomar distancia. El tratamiento puede llegar a ser crudo, incluso con descripciones extremadas, aunque tengo que reconocer que no me han parecido morbosas.
La lectura nos sumerge, con un lenguaje rico en matices y descripciones, en unos mundos que nos resultan extraños y familiares a la vez. Que podemos compartir o rechazar, pero que siempre nos dejan grabada su huella, sea en forma de unas imágenes o de unas palabras. Un libro que deja una impronta, unas sensaciones marcadas.
Durante el recorrido por sus páginas se asiste a una metamorfosis, es el viaje de un monstruo desde su oscuridad interior hasta la luz exterior. Un recorrido desde las profundidades del alma, que pasa por la proximidad cercana y familiar, hasta llegar al entorno social.
Una transformación que concluye en la catarsis de un final inesperado al principio del libro, pero coherente con su desarrollo.

Selin

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jueves, 10 de noviembre de 2011

El día de los cinco Reyes y otros cuentos

En este libro aparece un microrrelato que envié a la 1ª Convocatoria 2011 Microcuento Fantástico. Ha sido seleccionado junto con otros 111 para formar parte de la antología publicada bajo el título de la obra ganadora. Con el aliciente añadido de la concurrencia en esa selección de unas cuantas personas con las que comparto espacio común, ya sea en “Adictos a la escritura” como en “El Multiverso”.
La presentación del libro se realizará el próximo día 19 de noviembre en la librería Argot dentro de las actividades del FANTASTI’CS 2011 que se realizan estos días en Castellón.
Este es el microrrelato con el que participo y que comparto aquí con vosotros:

CULPABLE
Cuando atendía aquel paciente, Adela Galado intentaba no pensar. Había conseguido olvidar su nombre, pero no su crimen, que todavía se mantenía fresco en su memoria.
Había ocurrido dentro de un centro comercial, en una zona de juegos infantiles. La muerte se cebó de manera indiscriminada. Varias familias quedaron destrozadas para siempre. Un guarda de seguridad consiguió interrumpir la masacre. El disparo derrumbó al asesino. Mientras yacía en el suelo, sus víctimas fueron atendidas por los servicios de urgencias. Unas pudieron salvarse, pero desgraciadamente otras dejaron allí sus vidas.
Cuando fue su turno, ya estaba en coma. Fue llevado al hospital, donde permanecía intubado desde entonces a las máquinas que mantenían aquel cuerpo con vida.
El juicio fue breve. Las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad eran contundentes, mostraban un crimen execrable y no dejaban lugar a dudas. El veredicto del jurado fue unánime: culpable. El tribunal condenó al acusado a muerte. Pero no se podía ejecutar a un enfermo, por lo que continuó ingresado en el hospital.
Fue pasando el tiempo y, lejos de recuperarse, se fue acentuando el deterioro físico hasta que se llegó al convencimiento de que nunca se recuperaría. Entonces se optó por una solución alternativa, ya que aquel crimen no podía quedar impune. Una vez se tomó la decisión, ya no hubo más dilación, justo al día siguiente se recibió la orden terminante en el hospital de extraer el ADN del paciente para proceder a su clonación.
Mientras cumplía las instrucciones, Adela Galado sintió que por fin se liberaba de aquella carga y finalizaría aquella pesadilla. Aunque también le estaba ocurriendo que si por una parte llegaba la ansiada tranquilidad, por otra una idea comenzaba a corroer su mente:
¿Sería en verdad culpable aquel a quien ajusticiarían 9 meses y 18 años más tarde? ¿O sería otra víctima más?



Selin


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martes, 8 de noviembre de 2011

Mi participación en "Bocados Sabrosos"

Para empezar, por que el título puede despistar, “Bocados sabrosos” es un libro que recoge unos 300 microrrelatos seleccionados entre los más de 1000 que participaron en el I concurso de microrrelatos realizado por ACEN (Asociación Cultutural de Escritores/as Noveles)  allá por el mes de junio.
Por fin ha llegado el momento de la presentación oficial, que  tendrá lugar el sábado 3 de diciembre a las 12h en la librería Argot de Castellón.
Pues bien, dentro de ese libro aparece un pequeño texto mío, que comparto aquí con vosotros:


TORNEO
El novel escritor observa nervioso a sus contrincantes caballeros de la palabra, mientras ansía medirse en justa singular, en pos de una gloria que se mostrará esquiva para la mayoría, descabalgados y obligados a contemplar el desenlace desde la distancia. Un único vencedor, cuando todos han mostrado con enorme ilusión sus mejores historias.

Los concursos son así: muchos participantes ilusionados y un ganador. Por eso es de agradecer cuando una amplia selección nos permite ver publicado algo nuestro en un libro.

Esto, una cosa más, este no es un libro al uso como otros muchos, sino que también tiene un propósito extra, que reproduzco tal cual lo explica la editorial:

Los beneficios de dicho libro irán destinados a actividades de promoción de la lectura para niños y niñas con parálisis cerebral . Para ello hemos firmado un convenio con la Fundación Borja Sánchez (http://www.fundacionborjasanchez.org). El día de la presentación del libro “Bocados sabrosos” varios niños y niñas de la Fundación vendrán a leer microrrelatos junto con los/las autores/as que estén presentes. También el día 27 de noviembre, como primera actividad, durante la celebración de la V marcha no competitiva por la igualdad de oportunidades de las personas con discapacidad, ACEN facilitará un cuenta cuentos para todos los pequeños que participen en la marcha.

No creo que pueda estar ese día, así que todavía no tendré mi ejemplar del libro, pero no tardará mucho... eso espero.
Hasta luego,
Selin


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lunes, 31 de octubre de 2011

Noche Ánimas: Reunión de vecinos

Tal como decía, os presento un nuevo relato, del cual avancé la sinopsis (o tagline):

"¿A quién se le ocurriría convocar la reunión de los vecinos de la escalera un 31 de octubre? ¡Es la noche de ánimas!"


Este es el resultado:


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REUNIÓN DE VECINOS UNA NOCHE DE ÁNIMAS



Braulio, el pasante de la gestoría, había ido a recoger a Mercedes, su jefa, para que pudiesen llegar a la hora convenida para la reunión de vecinos del número 13 de la calle del Último Adiós.
En principio tenía que haber sido en otra fecha, pero coincidía con una fiesta que organizaba el municipio y se había cambiado al 31 de octubre a las 8 de la tarde. Referirse a la tarde era un decir, pues ya sería noche cerrada después del cambio de hora.
Había sido una tarde ajetreada en la oficina y Braulio llegó justo a tiempo de evitar una reprimenda, apenas un minuto antes de que Mercedes saliese de una reunión con unos posibles nuevos clientes. No se la veía muy contenta, por lo que Braulio evitó preguntarle cómo le había ido.
—¡Venga! ¡ Vámonos ya! —dijo muy seria Mercedes en cuanto entró en el coche—. Que se nos hace tarde.
Braulio no dijo nada, se limitó a asentir y se dispuso a conducir lo más rápido posible, pues solo faltaban quince minutos para la reunión de los vecinos y a nada que se complicase el tráfico no llegarían a tiempo. De hecho, aún yendo todo bien se retrasarían, aunque fuese poco.
Con todo, llegaron a tiempo de que la reunión de los vecinos empezase a la hora convenida, aun siendo los últimos en comparecer, que ya estaban presentes todos los vecinos interesados, reunidos dentro de la entrada del edificio.
Una vez intercambiadas unas breves salutaciones, se dispuso Mercedes a ir marcando los presentes en la lista de viviendas que Braulio le había pasado un momento antes. A medida que los apuntaba, Mercedes se fue animando. Lo normal era esperar a la segunda convocatoria para empezar formalmente, pues no se llegaba al quórum, pero en esta ocasión la asistencia era bastante numerosa y no haría ninguna falta. La verdad es que casi no cabían en aquel espacio.
No obstante, mientras apuntaba a los asistentes, a Mercedes le venía a la memoria que alguno de los pisos que iba apuntando tenían que estar vacíos o en venta. En concreto, había habido varios fallecimientos durante aquel año, pues muchos vecinos eran gente mayor, y no había habido ninguna modificación reciente en los recibos que pasaba cada mes de los gastos de la comunidad.
Más todavía, pensó que debía estar cansada, pues tenía la sensación de que veía como difuminadas a algunas personas, sobre todo las más jóvenes, que hacían poco que estaban en la escalera.
No obstante prosiguió con el orden del día que se había propuesto para la reunión: el estado de cuentas, las incidencias del año, escoger entre tres presupuestos para reparar el ascensor,...
El ambiente siguió tranquilo y los puntos se fueron aprobando por unanimidad.
Hasta que se llegó a la propuesta de pintar la fachada del edificio, donde la discusión no fue por cual presupuesto escoger entre los presentados, sino que se centró en el color que se escogería para hacerlo.
Las personas más jóvenes y buena parte de las de edad preferían un cambio respecto del actual, que les parecía algo apagado. Pero los más viejos se empeñaron en mantener el mismo color, pues era el que siempre habían visto y les resultaba familiar.
Después de un buen rato y viendo que no se pondrían de acuerdo, Mercedes optó por proponer una votación. Había calculado que ganaría la propuesta de cambiar el color, pero su sorpresa fue mayúscula cuando muy pocas manos se alzaron para votar eso mismo. Incluso le parecía a Mercedes que algunos jóvenes tenían el brazo sujeto al lado del cuerpo por algo medio fosforescente.
Si antes se notaba cansada, ahora ya empezó a encontrarse mal, se sentía algo mareada. La votación por mantener el color mostró casi todas las manos alzadas, algunas de manera normal, otras parecían colgar de la nada o de una especie de lianas espectrales.
Solo fue anotar el resultado de la votación, que Mercedes dio por concluida la reunión y les comunicó que en unos días pasaría una copia del acta a cada vecino. Estaba viendo demasiadas cosas raras aquella noche y solo quería irse lo más pronto posible a su casa. Hasta se le habían quitado las ganas de celebrar nada, aunque la tradición era comer, en familia o entre amigos, castañas asadas y boniatos.
—¡Qué lío! —exclamó Mercedes cuando salían hacia la calle— Por un momento he pensado que se iban a pelear entre ellos por el color de la fachada.
Es lo normal, discuten, hasta alzan la voz, pero al final no pasa nada —repuso  Braulio—.
—Sí, ya lo sé, pero es que tampoco me encontraba bien esta noche, no sé, me parecía que veía cosas raras.
—Bueno, no te preocupes por eso, no vale la pena. ¿Vamos para la fiesta?
—¿De qué fiesta me hablas? Anda, Braulio, déjate de bromas que hoy estoy muy cansada, no lo sabes bien. Llévame de vuelta hasta la oficina, que tengo el coche en el parking.
—Verás. Es que nos esperan en la fiesta del cementerio —dijo Braulio, ahora bastante serio—.
—¿Dónde? ¡Ni loca! Mira, que ya he tenido bastante para esta noche, así que déjalo, ¿vale?
—Lo siento, pero esto va en serio, Mercedes —una sonrisa triste acompañó sus palabras—. Cuando veníamos a toda velocidad con el coche para llegar a tiempo a la reunión, hemos chocado de frente con un camión y el coche ha quedado destrozado. Ahora nuestro sitio está allí... para siempre.

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Gracias por leerme,

Selin




martes, 18 de octubre de 2011

En octubre, el tema mensual será "Noche de ánimas"

Hola, la cita para el proyecto mensual  de publicación de un relato será el 31 de octubre.

En esa fecha de castañas y boniatos, la frontera con el más allá se difumina un tanto, pues nuestro pensamiento nos acerca a los que faltan. Tal vez por eso mismo es propicia a que se cuenten leyendas y a que ocurran cosas algo extrañas.

En esta ocasión, no solamente se trata de publicar el relato en la fecha acordada, sino que también lo teníamos que presentar dentro del grupo con una breve sinopsis o, dicho de otra manera "tagline".

La mía es bastante descriptiva:

"¿A quién se le ocurriría convocar la reunión de los vecinos de la escalera un 31 de octubre? ¡Es la noche de ánimas!"

Seguro que ya os imagináis algo, de manera que la sorpresa solo podrá venir por el desarrollo.

Y no es por nada, pero la idea me vino hace pocos días en una circunstancia bastante extraña... en una escalera de vecinos. Para mí que había alguien que no...

Bueno, la historia el 31, no faltéis.  :-)

Selin


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sábado, 15 de octubre de 2011

Reseña: "Nits", de Carles Martín Fumadó

Este libro llegó a mis manos gracias a un compañero de trabajo, Juan Carlos Albacete, que me lo prestó para que lo leyese y pudiese reseñarlo, aunque es cierto que está escrito en catalán y su ámbito tiene un marco geográfico definido. Personalmente he preferido redactar la reseña en castellano, pues mi catalán escrito deja bastante que desear y por que así podrá llegar a otros ámbitos.




TÍTULO: Nits
AUTOR: Carles Martín Fumadó
EDITORIAL: La Busca Edicions s.l. http://www.labusca.cat/
Primera edición, enero 2009. 159 páginas.
Obra finalista en el 1r Premio Literario "Crims de Tinta de novel·la negra", celebrado el año 2008.


SINOPSIS (de la contraportada del mismo libro):

Es un relato de intriga, de asesinatos y de asesinos, de sospechosos y culpables. Pero lo que nos ofrece esta novela, a diferencia de muchas otras de este género, es una información cuidada y seria de todo lo que sucede en torno a una muerte violenta.

El autor, forense enamorado de su profesión, recrea fielmente aquí el mundo que le rodea. Por eso mismo, nos muestra lo que pasa, como se actúa en esos casos y como se descubren las cosas.

He aquí una narración que se convierte, más allá de la expectación que crean este tipo de novelas, en una lección magistral sobre el trabajo de forense y el desarrollo de las investigaciones.


RESEÑA:

Desde la primera página me sumergí en un ambiente bien desarrollado, dentro de unas tramas diferenciadas, que discurren en paralelo hasta la culminación, donde convergen en una red enlazada de relaciones, tanto personales como circunstanciales.

La verdad es que sentía curiosidad por algunos conceptos ausentes en otras novelas negras ambientadas en Cataluña, que había leído antes, pero se situaban en años anteriores al cambio de competencias policiales o simplemente lo obviaban para mantenerse dentro del mercado hispanohablante sin tener que dar explicaciones al respecto.

Por mi parte, descubrí que la novela me ofrecía dos niveles. Por una parte, la historia en sí, misteriosa y con algunos detalles medianamente ocultos. Por otra, las descripciones detalladas de los procedimientos, muy instructivas y de las que tomo buena nota para mis propias historias.

Esos detalles, que ocultan algunos acontecimientos y personajes de la trama, consiguen mantenernos en la incertidumbre de saber poco más que el personaje principal, un médico forense con cierta afinidad con el autor de la novela, y nos obliga a prestar atención a lo que ocurre.

Claro que nos formamos ideas, de eso se trata, de que intentemos avanzarnos un poco. Pero cuando llegamos al final es cuando comprendemos como se entrelazan todas las historias, en parte tal como habíamos imaginado y en parte con más que alguna diferencia.

En favor de la novela he de decir que no le sobra nada. Todos los elementos presentes, tanto las historias como los personajes, son necesarios para el desarrollo de la trama, para vivir una aventura muy entretenida y que nos absorbe desde el principio hasta un final que nos hace desear que su autor nos vuelva a complacer con una otra nueva obra.

Gracias por leerme, hasta luego.

Selin


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domingo, 2 de octubre de 2011

Bellprat, Vila del Llibre, con Ramón Cerdá

Este fin de semana se celebra en Bellprat, una pequeña población de la comarca de la Anoia, la 4ª edición de una feria popular en torno a los libros y la cultura.

Escribo la crónica a la vuelta de mi visita esta mañana de domingo. Justo al llegar, el visitante recibe una excelente impresión por parte de la organización, que ha habilitado unas amplias zonas de aparcamiento y  hacia allí le dirigen los voluntarios. Después de dejar el vehículo, un gran panel estratégicamente situado informa de las actividades, junto con su horario y su localización. A partir de ese punto es el momento de disfrutar de la visita, un recorrido que empieza al pasar por delante de la pancarta de bienvenida:




Un motivo principal para mi visita era conocer personalmente a Ramón Cerdá, un escritor que admiro y a quien sigo en Facebook. También he reseñado uno de sus libros: "La habitación de la mariposas". Tardé poco en encontrarle. Destacaba en una de las carpas distribuidas por la explanada dedicada al libro nuevo, entre varias editoriales y enfrente de la carpa que se dedicaba a la firma puntual de libros por parte de sus autores. La gran diferencia es que Ramón ha estado firmando sus libros desde el primer momento que abrió la feria. Sólo dejará de hacerlo esta tarde si se queda sin libros que firmar, algo posible pues hacia las 12 ya le quedaban pocos ejemplares, los que cubrían la parada y pocos más.




En el rato que estuvimos conversando pude comprobar que es una gran persona, de trato abierto y campechano. Se hace querer. Por mi parte aproveché para dedicarle con ilusión el libro que edité del "I Concurso Fórum Montefrío". Me contó de sus libros y de algún proyecto, que espero que pueda desarrollar en breve a su satisfacción. Al final me ofreció uno de sus primeros libros, lo que agradecí, y yo me llevé dos más, por lo que tengo lectura para un tiempo; además de excusa para unas reseñas que nutran este blog que comparto con vosotros.




Tal vez hoy, cuando publique esta entrada, ya no estéis a tiempo de visitar Bellprat. No os perdáis la próxima edición, os la recomiendo. Hasta luego.

Selin


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lunes, 19 de septiembre de 2011

Septiembre 2011: La fotografía

Hola de nuevo. La propuesta para este mes es utilizar una fotografía para escribir una historia, puedes leerla a continuación:

EL MISTERIO DE LAS FIGURAS ENVUELTAS EN TELA



Genaro y Martín cruzaban el parque, volviendo al trabajo después de haber comido.
—¿Lo has visto? —dijo Genaro, que se había parado de improviso.
—¿Perdona, qué decías? —Martín iba algo distraído.
—Aquello tapado con la tela. Encima de la balaustrada de ese edificio. Se acaba de mover.
—¡Bah! Habrá sido el viento allá arriba.
—Que no. Que ha sido como si se estremeciese.
—¡Venga ya! Eso deben ser figuras, parecen como unos jarrones grandes. No son más que elementos decorativos. ¿Cómo van a moverse?
—¿Y esas bolsas de tela que las cubren? ¿Para qué se las han puesto?
—Es fácil. Para protegerlas de la intemperie. Ya sabes: lluvia, viento, contaminación,…
—¡Claro! ¿Pero tú has visto eso en ningún otro sitio? Las estatuas y las figuras se muestran a la vista, no se esconden envueltas en unas bolsas de tela.
—Bueno, ¿y qué? ¿No querrás ponerte a investigarlo?
—Podríamos comprobar qué son realmente.
—¡Ya! ¿Y cómo?
—Entramos en el edificio y lo averiguamos.
—¿Tú te crees, Genaro, que el conserje nos dejará entrar así por que así? ¿Qué le decimos para que nos deje pasar?
—No lo sé, déjame pensar. ¡Mira! Ahí llega un grupo de gente y parece que van hacia la entrada. Vamos con ellos.
Junto a la entrada había un cartelón con la convocatoria de una conferencia. El grupo de gente se paró un momento, lo que aprovecharon Genaro y Martín para situarse junto a ellos. Enseguida salió un conserje que pidió al grupo que le siguiese.
Todos entraron en el edificio y subieron a la segunda planta. Antes de entrar en la sala de la conferencia, Genaro y Martín fueron al lavabo, situado en una esquina al fondo del vestíbulo de esa planta, haciendo tiempo para que se despejase.
Una vez seguros de que el grupo había entrado, pues ya no se oían voces, salieron y fueron hacia una escalera de servicio que había al lado y subía a la siguiente planta, donde estarían las golfas y se saldría al tejado, rodeado por la balaustrada en la que estaban las figuras envueltas.
Al llegar arriba, descubrieron que estaban en una pequeña sala que tanto podía ser un taller como un laboratorio, pues igual que había herramientas y un gran jarrón descansaba sobre una gruesa mesa de madera, también había frascos de cristal, con productos diversos, en una estantería y una mesa con instrumental de vidrio de laboratorio.
Estaban observando más de cerca el jarrón, cuando les sorprendió una voz a sus espaldas:
—¿Les puedo ayudar en algo, caballeros?
Se volvieron, algo sobresaltados. Un hombre, bastante viejo, que llevaba una bata blanca les miraba con detenimiento.
—Estábamos admirando este jarrón —respondió Genaro—. ¿Es uno de los que coronan la balaustrada exterior del edificio?
—Sí, lo estoy restaurando, pues ha sufrido algún deterioro. Cuando esté listo, lo repondré en su sitio de nuevo —explicó señalándolo, luego continuó con un tono más serio—. Ahora deberían irse, esta es una zona restringida.
—Gracias, perdone la intromisión, ya nos vamos —se disculpó Martín, mientras agarraba del brazo a Genaro, que aún quería seguir la conversación.
Bajaron hasta salir del edificio, el conserje les miró y pensó que se iban por que les debía aburrir la conferencia, así que no les dijo nada.
Ya fuera, se apartaron del edificio. Genaro volvió su mirada hacia arriba del edificio y la paseó de un lado a otro.
—Algo falla, aquel viejo no nos ha dicho la verdad.
—¿Quieres dejarlo ya, Genaro? Un poco más y llama a los de seguridad. Entonces si que tendríamos un problema.
—¿Te has fijado en que no hay ninguna plataforma libre en toda la balaustrada?
—¿Y qué? Tendrán algún jarrón de repuesto, ¿qué sé yo?
—No lo veo claro —decía ensimismado Genaro, incapaz de apartar la vista de aquellas figuras envueltas en tela.
—Es igual, ahora nos vamos para el trabajo, que seguro que nos están echando en falta —dijo Martín casi arrastrando a su compañero para alejarlo de allí.
Al finalizar la jornada de trabajo ya era tarde y anochecía. Las sombras daban un aspecto siniestro a las figuras envueltas de aquel edificio. La mente necesitaba muy poco para imaginar lo que fuese.
Genaro hizo tiempo para irse solo, de los últimos. Quería satisfacer su curiosidad y se acercó de nuevo al edificio. Volvió a pasear su mirada y notó que faltaba una de las figuras. Como era normal, a esa hora estaba cerrado. Comenzó a darle la vuelta y vio algo de movimiento cerca de una puerta lateral. Se apostó y desde allí vio como alguien sacaba un bulto, algo pesado pues lo arrastraba por el suelo, y luego lo echaba dentro de un contenedor, no sin cierta dificultad. Al girar para irse, Genaro reconoció al viejo con el que habían hablado.
Tras esperar un poco, se acercó a la puerta, comprobó que no estaba cerrada con llave, la abrió, entró y se encontró con una escalera que llevaba hacia arriba. Subió hasta el final y llegó hasta la misma salita donde habían estado antes. El jarrón seguía allí. Al fondo había una puerta, que parecía entreabierta. Genaro fue hasta allí, la abrió un poco, daba a una sala que estaba a oscuras. No vio a nadie y entró. Un momento después sintió un fuerte golpe en la cabeza, que le dejó inconsciente.
Cuando despertó, apenas se podía mover. Tardó en darse cuenta que estaba erguido. Intentó girarse, pero sus pies no pudieron obedecerle, estaba inmovilizado, pero no sabía cómo ni dónde.
Una voz sonó detrás suyo:
—Bienvenido. No, no hace falta que intentes girarte. Tampoco es que puedas hacerlo. Ahora ocupas el hueco que hace un rato estaba vacío.
Genaro intentó zafarse de donde estaba aprisionado, pero su cuerpo cada vez le respondía menos. Notó como se estaba paralizando por momentos y el terror se adueñó de su alma.
—Tú también estarás muy quieto —continuó aquella voz, cada vez más lejana, que le recordaba al viejo que había visto—, todo el tiempo, mientras me alimente de ti, hasta que estés totalmente seco. Entonces llegará el momento de estar aquí de nuevo, esperando que pase un curioso incauto por el parque y hacer un movimiento extraño para llamar su atención.
Después de las últimas palabras no hubo más que silencio. Genaro había perdido toda capacidad de movimiento. Ahora una nueva estatua viva ocupaba el lugar que había quedado vacío. La bolsa de tela mantendría la verdad oculta y también sería su mortaja.

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Gracias por leerme, hasta luego.


Selin






viernes, 16 de septiembre de 2011

Próxima cita: relato sobre una fotografía

La fecha escogida para la próxima cita de "Adictos a la escritura" es el próximo lunes, día 19. La propuesta es partir de una fotografía para desarrollar una historia.

Ese día publicaré una historia que toma como base unas fotografías que hice de unos elementos decorativos, que se muestran extraños al espectador, situados en el tejado del Pabellón Rosa, un edificio situado dentro del Hospital Casa Maternitat de Barcelona.

La idea la tengo, el desarrollo está a medias y aprovecharé el fin de semana para acabarla y también para pulirla un poco.

Hasta luego,

Selin



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domingo, 11 de septiembre de 2011

La pauta oculta de unos atentados en serie

¿Donde acaba la realidad y comienza la ficción? En esta historia no está definido, el futuro lo dirá:

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La pauta oculta de unos atentados en serie


Virginia había estado leyendo el artículo del periódico sobre el atentado de Oslo y su semblante mostraba con claridad la repulsa acerca de lo que describía el texto.
—Es horrible —se dirigió a Andrés, mientras seguía mirando el periódico—. ¿Cómo puede ocurrir algo así? —exclamó sin poder contenerse.
Él estaba algo distraído, pensativo, pero igualmente mostró un gesto de comprensión hacia sus palabras.
—Al menos el que lo hizo está detenido —continuó ella— y ya no podrá hacer más daño.
—Ese no… —concedió Andrés, en lo que más parecía un pensamiento que un comentario.
La pausa tras esas palabras llamó la atención de Virginia, que levantó la mirada hacia él. Al observarle, se dio cuenta de que algo le rondaba la cabeza y que con seguridad estaría relacionado con el tema. Se sentía intrigada y esperó un poco para ver si continuaba, pero él seguía en silencio.
—Ha sido terrible —comentó Virginia.
Pensó que si le mostraba interés, eso le podría inducir a que se abriese y expresase sus ideas con detalle.
—Una verdadera masacre —continuó.
—Sí, pero… —Andrés seguía taciturno.
No acababa de soltarse. Virginia quería saber, que se lo contase y comenzaba a impacientarse. Ya que él no parecía darse por aludido, cerró el periódico, se giró hacia él y optó por pasar a la pregunta directa:
—¿Qué es lo que piensas?
Andrés salió de su ensimismamiento y le devolvió la mirada.
—Que no ha sido algo aislado. Creo que forma parte de una serie.
—¡Venga ya! ¿A qué te refieres?
—Ahora ha sido Oslo, ¿no? Pues bien, el próximo lugar en sufrir un atentado será París.
No había esperado que fuese tan directo y Virginia sintió un sobresalto a la vez que sentía un regusto de mal cuerpo.
—No me asustes, Andrés, ¿de dónde has sacado eso?
—Seguro que recuerdas el atentado a las Torres Gemelas, ¿verdad?
—Pues claro, como no. —Virginia recordaba las imágenes con especial claridad, parecían recientes, aunque ya habían pasado varios años.
—Nueva York. 11 de septiembre de 2001 —Andrés recalcó la fecha—. Desde muchos ámbitos se especuló con que habían sido un lugar y una fecha escogidos con toda premeditación.
—Sí, claro, he oído mucho sobre eso. Ese 11 que se hizo omnipresente en todo lo que se refiriese al atentado: un día 11, la suma de los números del mes y el día también era 11. Y también más coincidencias, siempre en torno al mismo número. Pero la verdad, Andrés, siempre me han parecido muy forzadas esas teorías conspiranoicas.
Virginia no había entendido el afán por todas aquellas elucubraciones, pues parecían buscar una justificación en lo que era de todo punto inaceptable.
—Bueno, pues luego fue Madrid, el 11 de marzo de 2004. —Una expresión de fatalismo en el tono acompañó la afirmación de Andrés.
—¡Ya, claro! Otra vez un día 11 y también la suma de los números de la fecha da 11. Aunque esta vez se añadía la cifra del año para que cuadrase —Virginia añadió el comentario para dar a entender que no le gustaba esa necesidad por hacer presente la misma cifra—. Y ya por eso se llegaba a la conclusión de que estaba en relación con el anterior.
—Es posible que el lugar hubiese sido el mismo, pues era una continuación normal de la serie, pero esa fecha en concreto fue forzada por la intensidad con que se debatió sobre esa relación con el 11.
—¿Qué quieres decir, Andrés?
—Hubo demasiada insistencia en el atentado de Nueva York sobre las coincidencias asociadas a esa cifra, ese 11 que parecía fatídico, casi un símbolo de destrucción. Solamente era necesario acomodarse a esa pauta y encontrar una fecha apropiada, un día 11 donde también la fecha diese esa suma. Y desgraciadamente la encontraron.
—¿Pero eso de una serie? Yo no veo ninguna relación. —Virginia sentía como se había avivado su interés— ¿Por qué dices eso?
—¿Te acuerdas cuando te dije que sería mejor que no fuéramos a Londres?
Virginia había tenido ilusión por hacer ese viaje, una semanita al principio de las vacaciones. En ningún momento comprendió la cerrazón de Andrés, que no paró de poner pegas y todavía le molestaba pensar que tuvo que renunciar sin saber bien por qué.
—Sí, la verdad es que me molestó bastante que no me dieses un motivo razonable.
Al recordarlo de nuevo, notó como volvía parte del enfado que sintió. Hasta había pensado en irse igualmente con alguna amiga, aunque solo fuese por fastidiar, pero al final lo dejó estar por que... otro recuerdo le vino a la memoria, inducido por la conversación y en el que no había reparado un momento antes.
—Además... espera, justo en aquellas fechas también hubo allí un atentado... ¿No me dirás...?
—Sí, había imaginado la relación que podía existir, pero no me atreví a decírtelo claramente, Virginia. No quería preocuparte innecesariamente, que vieses más peligro del que pudiese haber, además que tampoco tenía la seguridad suficiente para expresarlo de viva voz.
—¿Y ahora por qué sí, Andrés? —Virginia sentía como la frustración anterior se transformaba, seguía sintiéndose molesta por lo que sentía como falta de confianza, pero también temerosa, intranquila por lo que viniese a continuación, aunque insistió en su demanda de explicaciones— ¿Qué es lo que ha cambiado para que me lo estés contando?
—Tengo miedo, creo que existe un plan tras esos atentados, que van a continuar y lo que se está preparando puede acabar con el mundo tal como lo conocemos.
Virginia miró a Andrés, que se mostraba alterado, su mirada nerviosa parecía irse a cada momento, por un momento la miraba y al siguiente se volvía hacia su interior o se perdía totalmente.
—¿No te parece que eso es algo excesivo? No creo que pueda ser para tanto —con sus palabras intentó rebajar la tensión que le notaba.
Quería tranquilizarlo, no le gustaba verlo con ese ánimo preocupado, pero  también sentía el deseo de saber lo que pensaba, quería que lo compartiese con ella.
—No lo sé, Virginia, de ninguna manera querría que ocurriese; pero me preocupa la posibilidad de tener razón, que eso que imagino sea cierto y pueda llegar a ocurrir.
—¿Y eso por qué?
—El problema no es avanzarse al futuro. No, lo peor es que se cumpla, pues no sabes hasta que punto puedes ser responsable de lo que ocurra después de que lo hayas dicho.
—Ahora me he perdido, Andrés, si existe ese plan, que lo ha organizado alguien, sea quien sea, tú no tienes nada que ver con eso. A ver, no te entiendo, explícate mejor.
—Aunque esté convencido de que existe ese plan, no sé si está desarrollado hasta el más mínimo detalle o solo en sus aspectos generales. En consecuencia, si predigo que algo puede ocurrir, me encuentro con que no sé si ocurrirá precisamente por que yo lo he dicho con anterioridad.
—Pero tú piensas que ese plan existe —le interrumpió Virginia—.
—Sí, así es, aunque  también puede pasar que algún atentado ocurra tal cual haya dicho, por que sin saberlo he aportado algún detalle crucial, algo que no se había previsto.
—Contra eso no puedes hacer nada, Andrés.
—Ya lo sé. Como tampoco contra que vaya a ocurrir igualmente, diga lo que diga.
—Pero también puede ocurrir lo contrario, Andrés, que precisamente por que lo digas, no pase nada o se quede todo en un intento—le contestó con firmeza Virginia—. Claro que entonces —ahora suavizó el tono, para evitar que se molestase— te podrían decir que te habías equivocado y no sé yo…
—Lo preferiría, de verdad, si sirviese para evitar o reducir sus consecuencias. Sería mejor pasar por alarmista o incluso por un iluminado paranoico, a que ocurra una masacre... o algo peor.
Virginia le veía preocupado, era una situación extraña y tampoco le veía muchas soluciones adecuadas, ya que comprendía que Andrés no se guardaría lo que pensaba, que intentaría hacer algo para evitar que sucediese lo que temía.
—De acuerdo entonces, Andrés, ¿pero me cuentas antes como has llegado a esas conclusiones?
Mientras le contemplaba, pensó que tal vez si se lo contaba a ella con todo detalle, no sentiría luego aquella imperiosa necesidad de denunciarlo y exponerse en público. No las tenía todas consigo sobre las posibles reacciones y bien sabía que hay gente que puede ser bastante ofensiva en sus comentarios.
—Vale. ¿Te has fijado en las iniciales de cada una de esas ciudades que hemos comentado?: N, M, L. Van seguidas.
—Bueno, esto, sí, eso parece. Pero están al revés.
—Justo, en sentido inverso a nuestro alfabeto. Es como si leyeses al contrario, de derecha a izquierda. ¿Lo ves?
—Sí —concedió Virginia—, pero no acabo de comprender a donde quieres llegar.
—¿Quiénes estaban detrás de esos atentados? Al Qaeda. ¿Y cómo se lee en árabe?
Un gesto de sorpresa apareció en Virginia al comprender la relación que proponía Andrés, esa lectura inversa que ahora sí se le aparecía con claridad.
De todas formas, todavía se le escapaba que pintaba París en esa serie, y ya no digamos Oslo.
—Pero antes mencionaste que París sería un objetivo y la verdad es que no veo como entra esa letra en la lista, pues está hacia el otro lado del abecedario.
—Cierto, tienes razón, Virginia, París pertenece a otra serie. Al principio solo se veía una, que tanto podía tener final como no tenerlo, ya que no llegaba a manifestarse con claridad suficiente. En cambio ahora son dos series y es cuando se puede discernir el final de cada una, pues están en relación mutua.
—¿Pero qué dices? ¿No crees que te estás pasando?
—¡Ojalá fuera así! De verdad, preferiría que todo fuese una coincidencia por puro azar y que pudiésemos vivir tranquilos.
Virginia observó como retornaba el semblante taciturno y la mirada de Andrés se volvía de nuevo hacia dentro.
También ella sentía el conflicto en su interior: quería saber y a la vez quería ignorar las terribles imágenes que acudían a su mente.
—Tú no crees que sea una coincidencia, ¿verdad, Andrés?
—No. Tal como te decía, al principio solamente había una serie y se podría seguir su desarrollo, pero sin saber si habría un final o seguiríamos sufriendo sus consecuencias.
—¿Y cómo tenía que seguir esa primera serie? —Virginia imaginó las iniciales, ordenadas inversamente, adjudicando los nombres de las ciudades que ya haba mencionado y dejando solas las siguientes.
—Ya has visto las primeras, una es muy representativa de su país, las otras dos son las capitales. Si ponemos dos más tendríamos N, M, L, K, J. Para la K se podría pensar que correspondió a Karachi, ya que allí ocurrió otro trágico atentado.
—La verdad es que dudo que atacasen ahí, Andrés, fíjate que es un país musulmán.
—El caso es que Pakistán es un importante aliado de Estados Unidos y eso le podía convertir en objetivo.
—Sí, eso es cierto, aunque es un concepto que me sigue pareciendo algo rebuscado —Virginia mantuvo su disconformidad, pues era algo que no le parecía lógico—.
—Puede ser, en realidad pienso que no hay una correspondencia correcta con las series y todavía está pendiente que otra ciudad que empiece por K sufra una desgracia.
—¿Pero cuál sería esa ciudad? No es una inicial muy común.
—Correcto, no lo es. Hay pocas ciudades por K que sean representativas o capital de un país.
—¿Entonces…?
—Ahí es donde interviene la segunda serie, pues ambas son complementarias entre sí.
—¿Y eso?
—Desde el primer elemento, la N, esa otra serie sigue el orden directo: N, O, P, Q, R.
—¿Quieres decir, Andrés, como los dos aleros de un tejado —apuntó Virginia para ver mejor la relación—, que cada uno baja hacia un lado?
—Pues sí, es una buena forma de representarlo. Bien, luego de París se llega a la Q. En ambas series, la K y la Q son el cuarto elemento. Sea donde sea que ocurra el primer atentado, el otro estará en relación y será su complementario.
—¿Cómo puede ser eso, Andrés? ¿Cómo pueden estar relacionados?
Si toda la historia ya era complicada, a Virginia le pareció como algo excesivo el hecho de que una elección influyese en la siguiente.
—Es algo muy complejo. A simple vista parecería que son hechos totalmente independientes, pues los autores en cada una de las dos series son individuos que provienen de grupos que vemos como totalmente enfrentados: extremistas islámicos por un lado, extremistas cristianos por otro.
—Pero si eso fuese así, tal como dices —Virginia intentó mantener el tono conciliador para que su desacuerdo no fuese tan patente—, ¿cómo pueden ser parte de un mismo plan?
—A los que actúan los utilizan, son peones al servicio de sus señores, que se aprovechan de su fe para conseguir su propósito.
—¿Y no se dan cuenta?
—Realmente eso les importa poco. Aunque se sientan utilizados, en su fuero interno sienten que están cumpliendo con una misión sagrada.
—No lo entiendo mucho, la verdad, pero es igual, Andrés, sigamos —le apremió Virginia a continuar—.
—De acuerdo. Una vez que hayan ocurrido esos atentados en esas ciudades, que ahora mismo no sabemos cuáles serían, llegamos al final de cada una de las dos series.
—¿No serán al mismo tiempo, verdad? —Virginia no pudo evitar la pregunta, se sentía impaciente—.
—No, la primera en ocurrir será la letra R, que imagino que corresponde a Roma.
—¿Esta sí la tienes clara, Andrés? —Virginia escrutó su rostro, quería saber si estaba convencido de ello o era una simple posibilidad—.
—Bastante. Esa ciudad es un símbolo para el Cristianismo, no tanto por ser la capital de Italia, sino por que allí está el Vaticano.
—¿Entonces…?
—Sí, el objetivo, dicho en palabras sencillas, sería el Papa de Roma, por lo que representa para Occidente. Además se intentaría cumplir con la profecía del último Papa.
—¿Quieres decir que atentarían directamente contra él? —A Virginia le sorprendió la línea que estaban siguiendo—.
—Tal vez, aunque me inclino a considerar que, salga o no indemne, el objetivo de destrucción sería más acorde con crear una sensación de final de los tiempos.
—Así que va por ahí —comentó Virginia con un tono que denotaba cierto aire de tristeza—.
—Eso parece. Y no pasará mucho tiempo sin que ocurra el final de la otra serie.
—¿La J, no? —se adelantó Virginia—.
—Sí, que será Jerusalén.
—Perdona, Andrés, pero Jerusalén siempre ha sido un objetivo para los terroristas —Virginia se sentía algo confusa—. ¿Qué tendría este atentado que lo distinguiese?
—La magnitud de la destrucción, el momento clave. No lo sé. Pienso que ese ya sería el principio del Fin, que en ese momento entraríamos en una vorágine de destrucción que acabaría con todo lo que conocemos.
Virginia se quedó mirando la mirada perdida de Andrés, no quería creer que lo que había contado fuese a ocurrir, pero ya hacía rato que sentía como la intranquilidad se había adueñado de su cuerpo.
Aún así, seguía considerando que era un plan rebuscado en exceso, con demasiados pasos intermedios, que ya puestos lo más sencillo sería…
—Esto, perdóname, Andrés, no te lo tomes a mal —Virginia buscaba las palabras para no herir la susceptibilidad de Andrés—, ¿pero no te parece que sería más sencillo atentar directamente contra Jerusalén en vez de dar tantas vueltas?
—Sencillo sí, no obstante no conseguiría el mismo efecto.
—Explícame eso, Andrés, por favor.
—Un atentado, por destructor que pueda ser, generará confusión, psicosis de miedo, incluso podrá modificar los valores de la sociedad, pero por sí solo no podrá crear la sensación de que se acerca el Fin. Es necesaria una preparación previa, crear el ambiente adecuado para que ese pensamiento se adueñe de la sociedad y, cuando ocurra el atentado, magnificar sus efectos.
—Así que es eso —suspiró Virginia con desazón—. Lo que no veo claro es que esas series, aparte de las iniciales, no tienen mucho en común. ¿Cómo lo ves tú, Andrés?
—Bueno, normalmente al hablar de series buscamos un nexo de unión entre sus elementos.
—¿Y cuál es aquí?
—En principio nos fijamos en las repeticiones. En este caso concreto se intentó con el 11, pero la verdad es cada vez se tenían que hacer diferentes cálculos para encontrarlo, lo que no es coherente.
—A eso me refiero, Andrés —confirmó Virginia—, que no existe la coincidencia que nos querían hacer creer al principio.
—También se podría pensar que todo ese asunto de las fechas sería producto del azar, pero eso sería demasiado simple.
—¿Quieres decir?
—Si listamos los nombres de las ciudades y las fechas, aparecerá una pauta, que es la que marca el lugar y el momento para los atentados.
—¿Y cuál es? —preguntó expectante Virginia.
Un leve gesto de negación fue la respuesta.
—¿Después de toda la conversación que llevamos no me lo vas a decir? ¡Serás…! —Comenzó a exclamar furiosa Virginia—.
—No. No por ahora, Virginia, no es el momento.
Se lo quedó mirando, conocía esa expresión y sabía que ahora no conseguiría nada, solo una discusión que no llevaría a nada bueno. No importaba demasiado, ya le sonsacaría de alguna manera, pero más adelante. O ahora, al menos en parte…
—Por cierto, Andrés —inquirió Virginia con la mejor de sus sonrisas—, habíamos hablado —más bien solo era idea suya, pero eso era lo de menos— de ir a Tierra Santa, ¿te acuerdas?
—¿?
—¿Todavía podremos ir el verano próximo?
—… Sí, supongo que sí —Andrés comprendió que le estaba manipulando, pero se dejó hacer, era la mejor manera de mantener la armonía—.
—Bien, gracias, al menos podremos seguir planeando el viaje con calma —Algo había conseguido, pero todavía quedaba otra cuestión por resolver—. ¿Y ahora qué? Para mí que no puedes ir por ahí contando lo que piensas así como así.
—Lo sé, es complicado. Dudo que me vayan a creer.
—Bueno, nunca se sabe. Se me ocurre una alternativa… —Virginia dejó que la pausa hiciera su efecto en Andrés, ahora era su turno de tenerle un poco en ascuas.
—¡Eh! ¿De qué se trata? —Andrés sintió que le invadía la impaciencia— ¡anda, dímelo!
—Pues que puedes escribir una historia. Y allí podrás incluir esas conclusiones a las que has llegado como parte de la narración.
—¿Pero, entonces…?
—Mira, Andrés, tú no puedes hacer más. Si ahí dentro hay algo importante, entonces llegará a algún sitio y es posible que se tenga en cuenta o, al menos, que se lea y se analice.
 —No sé yo si…
—Espera, hay más. Si llega el momento que ocurre algo de lo que has señalado, ten por seguro que en algún sitio saltará una alarma y alguien volverá a leerlo.
—¿Y…?
—Ya se verá, Andrés, ten paciencia.


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Selin


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